EL AMOR SIMPLEMENTE LLEGA CAPÍTULO 1

CAPITULO 1

-Buenas tardes

La saluda, quien ha sido su amiga desde… siempre

-Buenas tardes – responde ella

-Te vengo a secuestrar

-¿Cómo?

-Sí, así tal cual lo escuchas, te voy a secuestrar, hace mucho tiempo que no salimos juntas.

-Podrías haberme avisado con tiempo

-Por si no lo sabías, no se avisa a la persona que será secuestrada, solo se le secuestra.

-Lo siento, pero hoy no puedes secuestrarme. Tengo todo el día agendado

-No me digas que todavía tienes la costumbre de agendar tus días

-Si, claro

-No te aburre llevar una vida tan planificada, no te gustaría un poco de aventura, hacer algo espontáneo

-No gracias, esa palabra solo me trae malos recuerdos, mis padres la usaban mucho y mira lo que nos hicieron vivir a Serdar y a mi

-Si, ya lo sé, pero lo que sucedió con tus padres no tiene por qué sucederte a ti.

-Para que no se repita la historia es que tengo esta agenda, no permitiré que mi vida se vaya a pique por ser una persona espontánea, mis hijos no van a vivir necesidades.

– ¿Cómo podrían pasar necesidades económicas?, si con la fortuna que tienes podrías mantener hasta a tus tataranietos sin problemas, te has matado trabajando pensando en un futuro y no disfrutas el presente.

-Si lo hago, ya vez disfruto de mi trabajo, también disfruto del tiempo con Dennis.

-Claro, si eso se le puede llamar diversión, bueno mejor no hablemos más, agéndame para esta noche, a las siete, paso a buscarte, aquí mismo me imagino.

-Estas en lo cierto.

El bar donde la llevó su amiga, era sobre todo un restaurante.

–¿Qué película veremos aquí? – fue lo primero que dijo Defne al entrar al lugar.

-Aquí nos podemos divertir igual que en el cine, igual podemos mirar a hombres guapos.

-No necesito mirar a hombres guapos, se te olvida que estoy comprometida

-Tengo que preguntar, ¿Estás segura de lo que vas a hacer? ¿Del compromiso?

–¿Que si estoy segura? –repitió Defne asombrada.

La última persona que hubiera esperado que cuestionara su decisión, era Nihan, tal vez comprometerse tras solo dos meses saliendo pudiera parecer precipitado a los demás, pero dos meses eran prácticamente una década si las personas tienen los mismos intereses como ella y Dennis.

–¿Por qué no iba a estarlo?

–Bueno –Nihan sonrió vacilante y sus grandes ojos adquirieron una expresión compasiva–. Admito que él es muy guapo, eso es innegable, pero, ¿no te parece a veces un poco aburrido?

Defne soltó una carcajada

–Nihan, el último hombre con el que saliste durante más de una semana hacía malabarismos con fuego en la feria medieval. Cualquiera te parecería aburrido al lado de eso. Dennis no es aburrido, es alguien en quien se puede confiar.

La amiga arrugó la nariz.

–Eso es un sinónimo de predecible.

Durante su niñez vivió la relación de sus padres que a todo lo que hacían en sus vidas lo llamaban espontáneo, eso significaba cambios constantes de casa y lógicamente de ciudad, siempre luego de eso, venían las necesidades económicas, porque ambos necesitaban buscar un trabajo y durante ese tiempo la comida y todo lo demás escaseaba en su casa.

Su cumpleaños número quince, sus padres para variar lo olvidaron, por lo que, frente a un pastel imaginario, pidió como deseo que su vida dejara de ser espontánea, quería y necesitaba estabilidad. Ahora tenía a un guapísimo hombre de negocios que siempre llamaba cuando decía que iba a hacerlo y que nunca se olvidaría de su cumpleaños. Nada podría hacerla más feliz.

–No me confundas contigo –le dijo a su amiga–. A mí no me gustan las sorpresas.

La mujer suspiró y se apartó el cabello del hombro.

–De acuerdo, pero lo celebraremos como Dios manda

De algún modo, su amiga consiguió un pastel y lo trajo a la mesa.

-Debemos celebrar que mi amiga se comprometió, con un hombre aburrido, pero bueno, ella lo eligió. Defne, esta vez antes de partir el pastel, como tu mejor amiga, pediré un deseo en tu nombre.

Ella solo sonríe y asiente, se da cuenta que su amiga ya se ha pasado de copas.

Nihan cierra los ojos y dice

-Deseo que un día, tu rutina se convierta en una aventura

Eso fue todo, comieron del pastel y unas horas más tarde debió ir a dejar a su amiga a su departamento, porque no lograba mantenerse en pie.

Al parecer el deseo de Nihan, se convirtió en realidad, de vuelta a su casa, comenzó a llover muy fuerte.

Conducía lentamente cuando sintió un ruido y el auto comenzó a zigzaguear, ella apretó los frenos lentamente, hasta que logró detenerse al costado del camino, se bajó del auto y completamente empapada, miraba la rueda desinflada.

Gritó cuando un motorista frenó a su lado.

–¿Qué haces? –exclamó furiosa.

El hombre se quitó el casco y liberó sus negros cabellos, era guapísimo, elegante y autoritario. Y llevaba la palabra peligro, tatuada en la frente.

–¿Y bien? –continuó ella en tono airado–. ¿Siempre conduces como un loco?

–Siempre –asintió el hombre.

–Debería denunciarte.

Y desde luego que iba a denunciarlo, decidió, lo haría en cuanto hubiera solucionado lo del pinchazo del neumático y un millón de cosas más.

–¿Te importa? –le dice ella mientras intentaba rodear la moto

Defne miró el camino, ¿Por qué no venía ningún auto?, se preguntó qué haría a esa hora en ese camino. ¿Sería un mensajero?

–. ¿Eres repartidor?

La sonrisa del hombre hizo que se le incendiaran las mejillas, parecía tener la misma edad que ella, quizás uno o dos años mayor.

–Si tienes que entregar algo, será mejor que continúes tu camino.

El hombre enarcó una ceja.

–¿En este momento no hay nada más urgente que quedarme contigo unos minutos?

–No es que sea asunto mío, pero si haces eso no te darán propina, con tu permiso, necesito cambiar la rueda pinchada de mi auto.

–¿Te ayudo?

–No.

Quizás, al menos, debería haberle agradecido su ofrecimiento.

El hombre se puso de nuevo el casco y arrancó el motor.

–¿Te vas? –balbuceó ella, deseando que se quedara.

-Solo si tú quieres.

-No quiero causarte problemas con tus clientes.

-No te preocupes mis clientes esperarán.

-Entonces, por casualidad, tendrás el número de alguna grúa o un mecánico que pueda llegar hasta acá

-Te puedo ayudar a cambiar el neumático.

-Ese es el problema que no tengo neumático de repuesta.

– ¿Estas bromeando?

-Por qué habría de bromear con eso, aun no le comprado

-Tenías que…

-No me vayas a salir con eso de que, tenía que ser mujer.

-No para nada, lo que iba a decir, antes de que interrumpieras es, tenías que ser más precavida, siempre tienes que tener un neumático de repuesto.

-Bueno no lo tengo, puedes o no ayudarme

Soltó un resoplido mientras intentaba analizar al hombre, su voz era suave y gutural, con un ligero acento que no conseguía descifrar.

–Si quieres, puedo llevarte.

Apuesto a que puedes. Un rostro y un cuerpo como ese podrían llevarse a cualquier mujer.

–Eres una dama muy estresada ¿no? ¿Nunca te relajas?

¿Estaba bromeando?, quien podría relajarse teniéndolo a él cerca.

–¿Qué motivos podría tener para relajarme?

–Ya te he dicho que me encantaría llevarte.

–Aprendí en la escuela que no debo irme con extraños desconocido.

–Muy bien –contestó él con calma sin dejar de seguirla – ten le dice pasándole su teléfono.

Podía un repartidor pagar un teléfono de alta gama como el que él le estaba entregando, como fuera.

Llamó al número que aparecía en la pantalla y veinte minutos después, llego una grúa con sus centelleantes luces encendidas.

¿Por qué no podía salirle nada bien?, se preguntó mientras los mecánicos le explicaban que, al ser un auto antiguo, habría que encargar un neumático nuevo. Iban a llevarse el coche al taller, donde se quedaría por esa noche

Subiéndose el cuello del abrigo para protegerse del gélido viento, ella observó cómo el coche era cargado en la grúa.

A punto de comenzar a caminar el trayecto que le quedaba hasta su casa.

– ¿Te llevo? – le volvió a decir el motorista que se había mantenido alejado mientras la grúa se llevaba su auto.

Defne sintió las mejillas al rojo vivo cuando el motorista desmontó. Era mucho más alto de lo que le había parecido y los pantalones de cuero ajustados atentaban a la sensibilidad femenina.

–¿Te has quedado sin habla? –preguntó él con una sensual voz gutural.

El cuero no disimulaba, se amoldaba amorosamente a las formas…

–¿Y bien? –insistió él.

Lo cierto era que se sentía como si le hubiera alcanzado un rayo, y no era el primero de ese día. Miró al hombre a los ojos y recibió una traviesa sonrisa a modo de respuesta.

–Tengo la sensación de que necesitas desesperadamente que alguien te lleve.

–No lo necesitaba, y sigo sin necesitarlo.

–Los hombres estamos programados para ser caballeros andantes. Lo llevamos en los genes.

–Soy capaz de cuidar de mí misma, gracias.

–¿Te vas a quedar aquí sola?

-Ya me iba a mi casa.

–¿Y cómo vas a hacerlo?

–Caminando.

–Pues que tengas suerte.

–¿Por qué lo dices?

–Porque en unos minutos va volver a llover muy fuerte, además de eso habrá granizos y truenos y relámpagos

Ella intentó no reír y tampoco fijarse en los hermosos ojos del motorista, de color negro como la noche, y unas pestañas que eran un auténtico desperdicio en un hombre.

¿Debería considerar hacer una locura y aceptar la propuesta del motorista?

Desde luego que no.

– Súbete a la moto. – le ordena el hombre

–¿Tienes casco?

El hombre le entregó uno de repuesto y dio una palmada al asiento tras él.

–El casco parece de mi talla.

–Pues póntelo y súbete– le dice – Antes de que cambie de idea… –el motorista se sentó nuevamente arrancó la moto.

–¿No deberías conocer mi dirección antes de arrancar?

–Pues dímela.

Le dio la dirección.

–Súbete ya –la instó él–. No quiero quedarme sin gasolina mientras espero a que te decidas

–¿Necesitas ayuda? –preguntó él divertido al verla intentar saltar sobre el asiento.

–No, gracias –no tenía más que lanzar una pierna sobre el asiento. ¿Tan difícil era?

Tras un último empujón, al fin se acomodó. Intentó echarse un poco atrás, pero en cuanto él levantó el pie del freno y aceleró, se vio de nuevo apretada contra su espalda y lo abrazó por la cintura con todas sus fuerzas.

Una cintura sin un átomo de grasa, si bien había una gran cantidad de músculo.

Mientras recorrían los dos kilómetros que le restaban para llegar hasta su casa, ella ya se había familiarizado notablemente con la espalda del motorista y los espesos cabellos que escapaban del casco.

Casi se sintió defraudada cuando se detuvieron frente a su casa. Bajándose temblorosa de la moto, se quitó el casco y sacudió la larga cabellera roja.

-Que transformación, señorita –comentó el motorista quitándose el casco para observarla bien.

–¿En serio? –ella se rio. No recordaba haberse sentido tan alegre en mucho tiempo–. Gracias.

–Ha sido un placer –en el rostro del motorista afloró la ya familiar sonrisa.

–¿Quieres un café? –le preguntó aún bajo los efectos del entusiasmo

Por la impresionante e intensa mirada que le dirigió, ella estuvo segura de que iba a aceptar.

–Debería marcharme –fue la respuesta del hombre.

–Por supuesto –¿en qué había estado pensando?

–Tengo que volver.

–Pues otra vez será –contestó ella con fingida despreocupación–. Ya has hecho mucho por mí.

–No tanto.

–Ha sido un placer conocerte.

–Lo mismo digo –él sonrió.

Para cuando ella consiguió agitar la mano para despedirlo, el motorista había desaparecido.

Ni siquiera sabía su nombre.

CONTINUARÁ

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